Vanishing Memory Log

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[La que exorciza vivencias en el papel]

Primero llegan las luces, pequeñas, titilantes, curiosas. Me detengo a mirarlas, como quien observa a alguien lejano que no alcanza a identificar bien. Les llaman aura, aunque ese nombre no representa lo que anuncian. Me digo: no puede ser, serán otro tipo de ilusión óptica, hace años que no veo luces antes del dolor de cabeza.
Minutos más tarde llega el primer pinchazo, rápido, intenso, de delante a atrás del cráneo, atravesando el lagrimal. Zas. Nada, ignóralo. Sigo atareada, a lo mío, concentrada. Y luego,otra vez, Zas, ¡Zaaas!. Ya está, ha empezado, calma. Se ha quedado fijo. Un punzón caliente atraviesa el ojo, mejor no moverlo mucho, dolor. Me lo tomo con parsimonia, me siento, me río de mi situación. Conozco este dolor. Este dolor soy yo.
Calma. Serán solo unas horas. Es domingo, son las 17.30. Algo más tarde llega la vibración, el calor y 3 nuevas espadas, a saber: la que va de derecha a izquierda atravesando la sien, la que entra por la nuca hasta el centro del cráneo y la que atraviesa la mandíbula hasta cerca del lagrimal. Ya estamos todos.
No se si es un hecho conocido que este curioso tipo de dolor, que varios doctores han dado en diagnosticarme como migraña, afecta sólo a la mitad de la cabeza; y cuando se extiende, entonces sólo a la mitad del cuerpo. Una linea neta diferencia lo sano de lo enfermo, soy dos mitades completamente disociadas. Calor y frío.
En este momento tengo que repetirme la letanía de cosas aprendidas. Este dolor no corresponde a ningún daño. No está aquí para protegerme. Si me meten en un scanner no van a ver nada más que algo de inflamación, que nadie sabe de donde viene y que no se corresponde con las sensaciones que tengo. Son sólo sensaciones. Calma. No hay daño. El dolor es real y lo ha creado algún resorte de mi sistema nervioso. Vamos, que esto me lo estoy haciendo yo a mi misma, como si de una enfermedad autoinmune se tratara, aunque no tenga nada que ver son eso.
No hay motivo, o yo no lo sé y no ha habido médico que supiera dármelo. Da igual. Sigo con mi lista. ¿Qué más cosas sé? Que mejor preparase y eliminar los estímulos, apagar luces, tapones para los ruidos, agua, a veces esto es simplemente una consecuencia de la deshidratación. Me bebo media botella por si acaso. Otros decían que era una consecuencia de la serotonina baja. Debería comer algo, ganar algo de fuerzas. Un plátano. Esta fruta es una bestia que se absorve en seguida y tiene de todo. Me tumbo. Me concentro en mis brazos, me digo: El brazo derecho es pesado y está caliente y yo estoy en paz. Sigo con el izquierdo, y una pierna y la otra, y pasan los minutos, y sigo repasando mi cuerpo, sintiéndolo y quiero sentir paz, de verdad quiero, pero la vibración aumenta, y la mitad de mi cara arde mientras la otra está fría, y un sentimiento viejo atávico sale reptando de la cueva. Son las 20.00 y decido que la parte en la que lo puedo controlar sola ha pasado, voy a por medidas químicas y me tomo unas pastillas. Me pongo un podcast sobre viajes en el mar mientras espero que hagan efecto. Tres horas más tarde observo a mi amigo el plátano despedido a toda velocidad de mi cuerpo. Empieza el espectáculo. Las fases de dolor, donde los hierros se atornillan, suelen intercalar momentos de ira, frustración y pérdida momentanea de los sentidos, este último es sin duda mi momento preferido, intento agarrarme a él. A eso de las 3 pierdo la conciencia del dolor y de todo lo demás.
Pero no ha terminado.
Lunes, 10 de la mañana, solo queda el taladro en el ojo. Si me muevo con cautela se soporta bien. Otro truco. Las duchas calientes ayudan. Media luz y despacito. Una bajada de tensión sería algo habitual en estos casos. 11 de la mañana, ya va mejor. Estoy aturdida, pero puedo trabajar en el ordenador. Imagino que es universal que tener un arpón caliente atravesando el ojo, dificulta la concentración, empeora la capacidad de expresarse y sobretodo de pensar, aún así paso el día aceptablemente bien. Por la tarde un compañero, sin saberlo, me ayuda a terminar de recuperarme mientras me explica unos temas de trabajo. A veces el conseguir concentrarme en otra cosa, olvidar por un momento, marear al cerebro, tener compañia y conversación; es suficiente. Son las 22 y ya solo siento como si apretaran un dedo contra mi ojo, una mejora notable. Mañana estaré bien.
Martes, 2 de la madrugada, me despierto sobresaltada, los clavos están ahí. Todos vibrando alegres, nuevos, fortalecidos. Miedo. Esto es nuevo. Dos crisis seguidas, esto no pasaba desde hace años. La película es como sigue. Si el estómago está vacío, por mucho que el cuerpo quiera vomitar no puede. Y no sé porqué el dolor me invita a vomitar. Es una estrategía poco inteligente, diría, porque en cada arcada todo se contrae y tengo la sensación de que el ojo va literalmente a explotar, o a escaparse botando de mi cara, y soy toda yo un nervio que late. Como cuando te das un golpe muy fuerte y notas el latido en esa zona. Cómo cuando te das en el codo y te sube una punzada limpia que parece un rayo. La mitad de mi cara es un rayo. Y no se acaba nunca. Creo que estoy intentando vomitarme a mi misma, a la mitad de mi que no funciona. Pero como decía, no sale nada.
Calma, tú puedes, ya has pasado esto cientos de veces. No, no puedo. En realidad a mi ojo no le pasa nada. No está pasando nada, es solo dolor. Absurdo. Inútil. Sin sentido. Un desperdicio de energía, de vida, de esperanza. Un dolor ciego. ¿Cuántas horas han pasado? Tengo cosas que hacer, quiero hacer, quiero salir de aquí ¿Y si no se pasa? ¿Y si la vida es esto otra vez? Fase filosófica intercalada con odio supremo a mi existencia, combinada con una envidia cochina a todos los seres humanos que conozco que pasan por esta tierra sin sentir dolor apenas algunas veces al año. No consigo elevarme por encima de mis miserias. En este momento soy el jodido ombligo del mundo. Respira. Estoy en apnea desde hace un rato, no se cuánto rato. Es el pánico. El calor lo inunda todo, aunque la mitad de mi cara esté hundida en la bolsa de hielo. No la siento y la siento a la vez. Otra arcada. Ya no son punzadas nítidas ahora se desparraman en pulsaciones por la mitad de la cara, por el hueso de la mandíbula hasta los dientes, me deshago en lágrimas, sudor, moco, saliva que se escapa irremediablemente de una boca que no puede estar cerrada, tiemblo.
Ya no me deben quedar muchas energías, esto tiene que acabar pronto. Sinceramente, me da igual cómo acabe. Si ahora me ofrecieran una droga, la que fuera, que me quitara el dolor, la tomaría. Cualquier cosa, lo haría. En este momento ya no puedo articular palabras ni pensarlas. Quiero pensar en azul, pero todo es un rojo palpitante. Solo quiero llegar a la siguiente respiración. Cuando esto pase no me acordaré de nada. Tengo una memoria fantástica para olvidar estas cosas. Veré unas lucecitas y las observaré asombrada. Cuando todo esto pase será como si no hubiera existido. Días enteros borrados. No han sido. Yo no soy. No puede ser esto. La vida. Me desmayo por fin. Ahora si, martes 23.30, se ha acabado.